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De la piel al torrente sanguíneo: El viaje silencioso de los químicos cosméticos

Durante décadas, la industria cosmética y muchos profesionales de la salud sostuvieron que la piel actuaba como una barrera impenetrable, protegiendo nuestro organismo de las sustancias aplicadas externamente. Esta creencia fundamentó el desarrollo de miles de productos que incorporaban conservantes sintéticos, fragancias artificiales y otros compuestos químicos sin cuestionarse demasiado su impacto sistémico. Sin embargo, el progreso científico de las últimas dos décadas ha desmantelado este mito, revelando una verdad incómoda: nuestra piel es permeable, y los químicos presentes en los cosméticos que aplicamos diariamente no permanecen en la superficie cutánea, sino que emprenden un viaje hacia el interior de nuestro organismo con consecuencias profundas para nuestra salud.
La penetración transdérmica: cuando la piel deja de ser una barrera
La piel humana constituye el órgano más extenso de nuestro cuerpo, con una superficie aproximada de dos metros cuadrados en un adulto promedio. Tradicionalmente se ha descrito su función de barrera, enfatizando su capacidad para protegernos de agresiones externas. Sin embargo, esta misma estructura que nos protege también posee una característica fundamental para numerosos procesos fisiológicos: la permeabilidad selectiva. La piel debe permitir la pérdida de agua transepidérmica para regular la temperatura corporal, debe absorber la radiación ultravioleta necesaria para la síntesis de vitamina D, y debe facilitar la excreción de toxinas a través del sudor. Esta permeabilidad inherente, imprescindible para nuestra supervivencia, se convierte en una vía de entrada para sustancias indeseadas cuando aplicamos productos cosméticos cargados de químicos sintéticos1.
La estructura de la piel consta de tres capas principales: la epidermis, la dermis y la hipodermis. La epidermis, la capa más externa, representa el primer obstáculo para la penetración de sustancias. Su estrato más superficial, el estrato córneo, está compuesto por células muertas (corneocitos) embebidas en una matriz lipídica organizada en capas. Esta estructura, frecuentemente comparada con un muro de ladrillos y cemento, no es tan impermeable como se pensaba. Los compuestos lipofílicos, es decir, aquellos con afinidad por las grasas, pueden disolverse en esta matriz lipídica y atravesarla mediante difusión pasiva.
Los conservantes más utilizados en cosmética convencional, particularmente los parabenos (metilparabeno, propilparabeno, butilparabeno) y los ftalatos (dietilftalato, dibutilftalato), poseen precisamente esta característica lipofílica que facilita su penetración2. La capacidad de los parabenos para atravesar el estrato córneo está determinada por la longitud de su cadena de alquilo, siendo los de cadena más corta, como el metilparabeno, los que presentan mayor permeación cutánea. Una vez que estos compuestos atraviesan el estrato córneo, acceden a las capas más profundas de la epidermis y posteriormente a la dermis, donde se encuentra una densa red de vasos sanguíneos y linfáticos. La dermis representa el punto de acceso al sistema circulatorio. Los capilares dérmicos, con sus paredes delgadas y permeables, facilitan el paso de moléculas desde el tejido cutáneo hacia el torrente sanguíneo.
Estudios de biomonitorización han detectado metabolitos de parabenos y ftalatos en muestras de orina, sangre e incluso leche materna de poblaciones que utilizan regularmente productos cosméticos convencionales3.
Es importante destacar que la permeabilidad cutánea no es uniforme en toda la superficie corporal. Existen zonas de mayor vulnerabilidad donde la absorción transdérmica se ve facilitada. Las axilas, el rostro, el cuello, el área genital y el cuero cabelludo presentan una mayor vascularización y, en algunos casos, una capa córnea más delgada, permitiendo una absorción más eficiente de los compuestos aplicados. Precisamente estas zonas son las que reciben aplicaciones diarias intensivas de productos cosméticos: desodorantes en axilas, cremas faciales, productos de higiene íntima, champús… La exposición acumulativa en estas áreas de alta permeabilidad incrementa significativamente la carga tóxica sistémica.
El ataque a la microbiota cutánea: el primer ecosistema comprometido
Antes incluso de penetrar hacia las capas profundas de la piel y alcanzar el torrente sanguíneo, los conservantes antimicrobianos presentes en los cosméticos ejercen su primer efecto deletéreo sobre el ecosistema microbiano que habita nuestra piel. La microbiota cutánea, ese universo de billones de bacterias, hongos y otros microorganismos que pueblan cada centímetro cuadrado de nuestra superficie corporal, representa mucho más que simples colonizadores inocuos. Este ecosistema microbiano desempeña funciones fundamentales para la salud de nuestra piel y, por extensión, para nuestra salud general.
La microbiota cutánea participa activamente en la defensa contra patógenos mediante múltiples mecanismos. Las bacterias comensales beneficiosas compiten por nutrientes y espacio con microorganismos potencialmente patógenos, impidiendo su colonización. Además, producen sustancias antimicrobianas naturales, denominadas bacteriocinas, que inhiben selectivamente el crecimiento de especies patógenas sin afectar a las beneficiosas. Algunas especies de la microbiota cutánea, particularmente ciertas cepas de Staphylococcus epidermidis, producen péptidos antimicrobianos que protegen contra infecciones por Staphylococcus aureus, una bacteria patógena responsable de infecciones cutáneas severas 4.
La microbiota cutánea también modula la respuesta inmunitaria local. Estos microorganismos interactúan constantemente con las células inmunes presentes en la piel, educando al sistema inmunológico para distinguir entre amenazas reales y estímulos inocuos, un proceso fundamental para prevenir reacciones alérgicas y autoinmunes. Además, la microbiota cutánea contribuye al mantenimiento del pH ligeramente ácido de la piel (entre 4.5 y 5.5), conocido como manto ácido, que constituye una defensa química contra la colonización por microorganismos patógenos que prefieren ambientes neutros o alcalinos5.
Los conservantes antimicrobianos presentes en cosméticos, diseñados para eliminar bacterias y hongos que podrían contaminar el producto, no distinguen entre microorganismos patógenos y beneficiosos. Los parabenos, el triclosán y otros biocidas ejercen un efecto bactericida indiscriminado que altera dramáticamente la composición de la microbiota cutánea6. Esta alteración, denominada disbiosis cutánea, se caracteriza por una reducción en la diversidad microbiana y cambios en las proporciones relativas de diferentes especies bacterianas.
Las consecuencias de la disbiosis cutánea para la salud son múltiples y significativas. La pérdida de diversidad microbiana compromete la función de barrera de la piel, haciéndola más vulnerable a la colonización por patógenos y más susceptible a infecciones cutáneas recurrentes. La disbiosis cutánea se ha asociado con el desarrollo y exacerbación de enfermedades dermatológicas inflamatorias como la dermatitis atópica, el acné, la rosácea y la psoriasis. En estas condiciones, la alteración del equilibrio microbiano cutáneo desencadena respuestas inflamatorias crónicas que perpetúan el daño tisular y comprometen la función de barrera.
Además de las manifestaciones dermatológicas evidentes, la disbiosis cutánea puede tener repercusiones sistémicas. Una piel con la barrera comprometida presenta mayor permeabilidad, facilitando no solo la absorción de los propios conservantes químicos del producto cosmético, sino también la penetración de alérgenos ambientales, contaminantes y toxinas. Este incremento en la permeabilidad cutánea crea un círculo vicioso: los conservantes alteran la microbiota, la disbiosis compromete la barrera, y la barrera comprometida permite una mayor absorción de los conservantes y otros químicos, perpetuando y agravando el problema7.
La evidencia científica presentada revela que la absorción transdérmica de disruptores endocrinos y la alteración de la microbiota cutánea representan solo el inicio de una cascada de eventos con repercusiones sistémicas profundas. En los próximos artículos de esta serie exploraremos los mecanismos bioquímicos específicos mediante los cuales los disruptores endocrinos alteran la composición y función de la microbiota intestinal, el papel del eje microbiota-intestino-cerebro en la regulación de la salud mental, y la cascada inflamatoria que vincula la disbiosis con enfermedades autoinmunes, síndrome metabólico, obesidad y trastornos neurodegenerativos.
La ciencia nos proporciona el conocimiento. Ahora nos corresponde a cada uno de nosotros utilizar este conocimiento para tomar decisiones informadas que protejan nuestra salud y la de nuestras familias.
Referencias:
- Peng Y, Yue L, Cong Y. Enhancing Dermal Absorption of Cosmeceuticals: Innovations and Techniques for Targeted Skin Delivery. J Cosmet Dermatol. 2025;24(10):e70514. doi:10.1111/jocd.70514 https://pmc.ncbi.nlm.nih.gov/articles/PMC12547863/ ↩︎
- Guo Y, Kannan K. A survey of phthalates and parabens in personal care products from the United States and its implications for human exposure. Environ Sci Technol. 2013;47(24):14442-14449. doi:10.1021/es4042034 https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/24261694/ ↩︎
- Neri I, Laneri S, Di Lorenzo R, Dini I, Russo G, Grumetto L. Parabens Permeation through Biological Membranes: A Comparative Study Using Franz Cell Diffusion System and Biomimetic Liquid Chromatography. Molecules. 2022;27(13):4263. Published 2022 Jul 1. doi:10.3390/molecules27134263 https://pmc.ncbi.nlm.nih.gov/articles/PMC9268571/ ↩︎
- Schommer NN, Gallo RL. Structure and function of the human skin microbiome. Trends Microbiol. 2013;21(12):660-668. doi:10.1016/j.tim.2013.10.001 https://pmc.ncbi.nlm.nih.gov/articles/PMC11384088/ ↩︎
- Shrivastava A, et al. Exploring the Interplay Between the Skin Microbiome and Cosmetic Products. International Journal of Novel Research and Development. 2024;9(7):138-145. https://www.ijnrd.org/papers/IJNRD2407138.pdf ↩︎
- Lekbua A, Thiruppathy D, Coker J, et al. SkinCom, a synthetic skin microbial community, enables reproducible investigations of the human skin microbiome. Cell Rep Methods. 2024;4(8):100832. doi:10.1016/j.crmeth.2024.100832 https://pmc.ncbi.nlm.nih.gov/articles/PMC11384088/ ↩︎
- Alnuqaydan AM. The dark side of beauty: an in-depth analysis of the health hazards and toxicological impact of synthetic cosmetics and personal care products. Front Public Health. 2024;12:1439027. Published 2024 Aug 26. doi:10.3389/fpubh.2024.1439027 https://pmc.ncbi.nlm.nih.gov/articles/PMC11381309/ ↩︎

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